Nueva York- Luego de cuarenta días, los vio de nuevo. Sus hijos, su pareja. Y a uno de ellos lo vio por primera vez. Julio César Acosta fue liberado el jueves pasado y ese día conoció al hijo que nació horas después de su arresto por parte de ICE. “No le tocaba nacer el día después del arresto, pero a ella le dieron los dolores de parto, luego del impacto de ver que me llevaran”, relata Acosta. “Pude abrazar a mi hijo, a ese hijo que yo no conocía”.
El mismo día que fue liberado, llamó a su mujer, quien no pudo esperar y partió a Federal Plaza, donde se encontraba recibiendo el grillete que ahora deberá llevar en su tobillo izquierdo. Ahí, Deysi Aldana llegó con los tres niños -de seis años, 18 meses y un mes-, pero el que se llevó toda la atención fue el pequeño Christopher. “Julio César se quedó como en shock. No le salian las palabras”, recuerda Aldana. “Lo miró y lo sacó inmediatamente de la silla y se puso a cargarlo. Le brillaban los ojos y no decia una palabra”.
“Por momentos yo pensé que no los iba a ver nunca más”, dice Acosta, quien fue arrestado en la madrugada del 5 de enero. El hombre llegó a Estados Unidos en 1986. Tiempo después, fue acusado varias veces de conducir bajo estado de ebriedad. Sin embargo, sus abogados dicen que hace más de una década que no cae en delitos.
Acosta y su familia, residentes en Long Island, recibieron el apoyo de las organizaciones Immigrant Justice Corps y de Se Hace Camino Nueva York. “Ningún padre debería ser separado de sus hijos de la manera que le sucedió a Julio César y nos tranquiliza saber que sus hijos tienen a su padre de nuevo con ellos”, dijo Javier Valdés, codirector ejecutivo de Se Hace Camino Nueva York. “Pero sabemos que su lucha no se ha acabado. Su detención fue producto de los esfuerzos fuera de control de ICE de separar a familias inmigrantes y nos mantenemos comprometidos a ayudar a Julio César y a su familia”.
Este tema fue algo que le preocupó constantemente a Acosta mientras estuvo detenido en un recinto en Nueva Jersey. “El gran temor mío es que ahí la inmigración llegaba a las 3:30 am y se lo lleva para otro estado y de ahí era deportado”, recuerda el salvadoreño. “Esa era mi única preocupación. A otras personas les pasó mientras yo estaba ahí, y a algunos que llevaban sólo quince días”.
Mientras tanto, su pareja debía lidiar con su recién nacido y los otros dos niños, los que tenían problemas en entender lo que había sucedido. “El segundo se ponía a tocar a la ventana y lloraba diciendo ‘papá’”, recuerda Deisy Aldana. “El de seis años se tocaba el pecho y decía ‘me duele aquí’, y lloraba”.
El caso de Julio César Acosta, sin embargo, está lejos de haber terminado. Se puede mover libremente, pero no puede salir del estado de Nueva York. Cada dos semanas debe ir a firmar en Jamaica y una vez al mes debe ir a Manhattan, a ver a su oficial de inmigración. Y, además, anda con un grillete electrónico.
Por ahora, no tiene audiencia programada con el juez y sus abogados están tratando de que se reabra el caso de asilo que pidió en 1987, cuando entró escapando de la guerra civil en su país. Mientras tanto, aconseja a todos los inmigrantes estar preparados.
“Yo recomendaría a las personas que traten de arreglar sus estatus migratorio, traten de consultar con expertos y que traten de sacar un TPS por lo menos”, comentó Acosta. “Todas las personas que tienen registros, como yo, a aquellos es lo que está apuntando en inmigración”.
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