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Source: El Diario
Subject: Workplace Justice
Type: Media Coverage

Enfermos del 9/11 No Encuentran Alivio

Nueva York — Sólo una cosa ha cambiado para Isabel Encalada** desde los atentados terroristas del 11 de septiembre, 2001: "Tengo más dolor", confiesa esta madre ecuatoriana.

Inmediatamente después de los atentados del 2001, Encalada, que trabajaba removiendo asbestos, comenzó a limpiar edificios alrededor de la Zona Cero. De día y de noche durante cinco meses, desmanteló oficinas – sacando alfombras, techos, muebles y computadoras.

De las ventanas de un edificio, ella vio cómo iban sacando los cadáveres de las ruinas del World Trade Center. "El cuadro era dantesco – todo estaba destrozado y el olor era tremendo", recuerda.

Mientras tanto, Encalada, que ahora tiene 52 años, comenzó a sentirse mal. Al principio le dolió el estómago, luego tuvo problemas respiratorios. Su salud se fue deteriorando a tal punto que a partir del 2004 tuvo que dejar de trabajar completamente. Ahora, dos hijos se dedican a remover asbestos para apoyarla.

La destrucción del World Trade Center, además de matar a 3.000 personas, fue el desastre ambiental más grande en la historia de la ciudad. Los incendios soltaron una humareda en que se mezcló asbestos y otros químicos, afectando la salud de miles de los 40.000 a 90.000 trabajadores que laboraron en el área.

Unos 10.000 de ellos – bomberos y rescatistas tanto como trabajadores de limpieza – entablaron una demanda colectiva contra el gobierno y contra sus contratistas por no proveer el equipo y los procedimientos de seguridad adecuados. Pronto, muchos de estos trabajadores recibirán dinero de compesanción por su sufrimiento. El gobierno repartirá $712 millones de dólares entre los demandantes del 9/11.

Sin embargo, hay trabajadores como Encalada que no están incluidos en la demanda colectiva, a pesar de haber tratado que los tuvieran en cuenta. "Casi todos tenemos los mismos problemas porque eso es lo que causó el asbesto y todos los químicos, y estamos fuera de la demanda", lamenta Encalada.

Hay varias razones por las cuales un enfermo del 9/11 podría haber sido excluido de la demanda, según abogados: el enfermo podría quedar descalificado si sufrió síntomas psicológicos como el estrés post-traumático y no síntomas físicos; si tenía condiciones médicas previas; o si no tenía los documentos necesarios.

En el caso de Encalada, ella pudo entrar a la demanda porque sufre de reflujo gástrico, sinusitis, y rinitis —condiciones asociadas con la contaminación el 9/11. Sin embargo, pudo haber quedado excluida por tener condiciones médicas previas – ella sufre de problemas graves del corazón y de dolores crónicos en la espalda – o por tener depresión y ansiedad. Sin embargo, ella no ha podido averiguar las circunstancias de su caso, ya que sus abogados, Napoli Bern Ripka, le dicen que no encuentran su nombre en sus records.

El abogado Mark Bern, en una entrevista telefónica, respondió, "No tengo ningún comentario porque no tengo ninguna información sobre el caso".

Encalada dice que se sumó a la lista de demandantes en el 2004 en una reunión organizada por la Local 12A, que representa trabajadores de asbestos, en Astoria, Queens. (Ella fue miembro de la Local 78). Ella dice que dio sus datos a representantes de la firma Napoli Bern Ripka, y cuando fue a averiguar su caso recientemente, sus representantes le dijeron que no hallaban su nombre. Bern, el abogado, aseguró que se investigaría el caso.

El único problema es que es muy tarde.

En junio de este año, el gobierno federal, por medio del World Trade Center Captive Insurance Company, destinó $712 millones de dólares a los demandantes del 9/11. Mañana miércoles, 8 de septiembre, el 95% de los demandantes tiene que aprobar el acuerdo para que se repartan los fondos, que varían de acuerdo con la gravedad de la enfermedad del demandante (de $4.000 a $2 millones, en el caso de una muerte).

"Unos entraron en la demanda. No es una estafa total," dice Encalada, quien ahora representa a un grupo de trabajadores del 9/11 en la organización comunitaria Make the Road New York. "Pero lo que están recibiendo son cantidades vergonzosas, de $4.000 o $5.000 mil dólares", añade.

Según este grupo, hay un sinnúmero de trabajadores que no entraron en la demanda.

"Si uno tiene diversas enfermedades no califica", dice Fernanda Santos, una peruana de 59 años que trabajó cerca de la Zona Cero durante el 2000 y el 2001, y tampoco entró en la demanda colectiva. (Ella recibió $10.000 dólares de una compañía privada, pero los abogados Napoli Bern Ripka se quedaron con más de la mitad). Santos tiene manchas en los pulmones, problemas crónicos respiratorios y otros problemas de salud.

Estas mujeres tienen cuidado médico y monitoreo gracias a un programa del hospital Mt. Sinai para enfermos del 9/11, pero dicen que no tienen con qué vivir. Y no están solas. Miguel Morales, un trabajador del 9/11, "sólo recuerda haber recibido un MetroCard", según cuenta Encalada.

Para estos enfermos del 9/11, sólo queda una opción. "Luchar", resume Encalada. "Estamos pidiendo que los políticos se toquen el pecho y apoyen un fondo federal para las víctimas de la Zona Cero que fueron excluidas de la demanda de la ciudad. "Es la única lucha que nos queda," concluyó.

** Miembro de Se Hace Camino Nueva York.