La falta de acceso a vivienda asequible agobia la precaria economía de los damnificados por la supertormenta.
A un año de la supertormenta Sandy y en medio de una economía lastimosa, los esposos Gil Gloria y Ofelia Padilla luchan por sobrevivir a los estragos del desplazamiento. Obligados a moverse del vecindario en Staten Island donde crecieron sus nietos, los inmigrantes mexicanos enfrentan una renta exorbitante.
La pareja, unida hace más de 40 años, sólo consiguió recuperar un florero y un puñado de fotografías familiares, luego de que el fenómeno arrasara la casa que alquilaron por dos décadas en la avenida Nugent, en Midland Beach.
Gloria, de 68 años, comentó que antes de la tragedia pagaba un alquiler regulado de $825 por una casa espaciosa, muy cercana a la de sus hijos y nietos.
“Mi familia, integrada por 12 miembros, pasó semanas viviendo en la sala de un pastor en Port Richmond. Lo perdimos todo”, explicó. “Fue una pesadilla encontrar una renta accesible para nuestros escasos ingresos”.
Luego de visitar numerosos departamentos en diversos vecindarios de Staten Island, la pareja terminó alquilando por $1,800 una pequeña vivienda en la zona de Grymes Hill, unas dos millas al norte de la isla.
“Fue lo más económico que logramos hallar en un mar de rentas que superaban los $2,500”, dijo la mujer, de 60 años.
Dificultades por incremento en renta
Degan Bayliss, organizador para las víctimas de Sandy de Se Hace Camino Nueva York (MRNY), destacó que el incremento en la renta es un problema común que agobia la maltrecha economía de los afectados.
“En un intento por sacar partido de la demanda de alquiler de cientos de familias, muchos caseros aumentaron el precio de renta en los meses posteriores a Sandy”, indicó. “Los indocumentados son quienes más padecen. Sin el subsidio de programas de gobierno, la recuperación es doblemente lenta”.
Bayliss enfatizó que el acceso a vivienda asequible es una de las mayores necesidades de las víctimas. Agregó que en promedio, los damnificados pagan de $150 a $200 más que antes por renta.
Padilla expresó que pagar más del doble se hace difícil cuando el empleo es escaso. La mujer trabajó por 10 años como manicurista en Midland Beach, pero el negocio cerró por varios meses.
“Mis 60 años no son la mejor carta de recomendación. Los empleadores buscan jóvenes”, dijo con frustración. “Conseguí algunas horas en un salón del área, pero el sueldo es insuficiente”.
Por otro lado, Gil Gloria recorre las calles empujando una carriola de bebé en donde almacena piezas de pan que vende a domicilio por un dólar.
“Tenía unos 20 clientes en Midland Beach. Muchos se fueron y me quedé sin la mayoría de ingresos”, relató. “Buscar nuevos compradores es difícil, porque muy pocas familias latinas vivimos en Grymes Hill”.
La falta de empleo
Según Bayliss, la falta de empleo afecta seriamente a los sobrevivientes de Sandy.
“La ciudad debe asegurarse de que los contratistas encargados de las labores de reconstrucción provean fuentes de empleo en las zonas afectadas”, indicó.
En cuanto a los indocumentados, el activista de MRNY apuntó que muchos padres sin estatus legal migratorio, con hijos ciudadanos, calificarían para determinados programas de gobierno, pero prefieren no perder un día de trabajo y desaprovechar un posible subsidio.
“Impera tal desánimo que las familias eligen recuperarse con sus propios ingresos. El estatus de indocumentado es el mayor freno para pedir ayuda”, describió. “Para decenas de padres perder un día de trabajo significa un duro golpe a la economía familiar”.
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