La semana pasada, dos hombres afroamericanos en dos estados distintos perdieron la vida a manos de policías blancos. Uno de ellos era Alton Sterling, que vendía discos de música en frente de una gasolinera en Louisiana. El otro hombre era Philando Castile, quien fue asesinado a tiros en el interior de su carro, mientras buscaba su licencia de conducir, que el oficial le pidió, al frente de una niña de cuatro años en Minnesota.
Se dice que Philando Castile es la persona 561 que se ha muerto este año por los agentes de “seguridad” que son responsables de ejercer las leyes (no hay ninguna base de datos federal que nos provea un conteo oficial de los homicidios a manos de la policia).
Ser un hombre negro en Estados Unidos significa que una simple parada de tráfico puede significar su muerte. Ser una persona de color que vive en las comunidades donde vivimos significa que al salir de la casa por la mañana nunca está garantizado que vayas a volver a tu casa o a la de tu familia. Las personas de color somos estigmatizadas, asesinadas mientras somos filmadas, desgarradas y criminalizadas por los medios de comunicación, y nuestras familias nunca terminan de hacer duelo porque los oficiales no tienen que rendir cuentas.
Estos hombres tenían hijos, hijas, madres que van a poder ver estos vídeos y revivir el momento en que perdieron a sus seres queridos por el resto de sus vidas.
Hoy no quiero crear un hashtag.
No quiero escribir nombres en cartulinas que puedo recitar en mi sueños.
Hoy no quiero recrear la forma en que los cuerpos bailan cuando las balas penetran desde que entran el pecho hasta el concreto.
No quiero añadir otra marca a la muñeca, lo suficientemente cerca de mi pulso para hacernos familia ahora.
Hoy no quiero hacer de otro hombre muerto mi hermano, mi padre, mi razón para levantarme por la mañana y seguir haciendo el trabajo de justicia social que muchos estamos haciendo.
No quiero leer otra autopsia que confirmará homicidio pero niega la violencia sistémica de los cuerpos negros y morenos.
Pero hoy no tengo ese lujo.
No tenemos este lujo.
Tenemos que seguir luchando contra los sistemas e instituciones establecidas que se dirigen a matar y oprimir a la gente pobre negra, de piel color cafes, trans y personas queer (gay).
Cuando los medios de comunicación ponen las fotos policiales y tratan de justificar la muerte de estas personas quiero que todos sepamos esto:
Alton Sterling era un padre de cinco hijos que le gustaba cocinar.
Philando Castile trabajaba en la cafetería de una escuela y le regalaba galletas a escondidas a los estudiantes que trabajaron con él.
No olvidemos su humanidad, mientras recordamos elevar su presencia.
–Adilka Pimentel es una organizadora comunitaria de Se Hace Camino Nueva York.
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